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ABRIL DE CONTRASTES

  • Foto del escritor: LA REVISTA DEL CARIBE
    LA REVISTA DEL CARIBE
  • 7 abr 2017
  • 2 Min. de lectura

Abril es considerado el mes más lluvioso del año. De ahí el adagio: “En abril, lluvias mil”, aun cuando durante varios años en Santa Marta y otras regiones de la Costa ha tocado esperar que llegue mayo para ver caer los primeros rocíos, y por estos días en gran parte de la Tierra Tayrona no alcanza a llegar ni una gota en los grifos de las casas.

En el Caribe colombiano el mes de mayores precipitaciones suele ser octubre, pero abril es considera parte de la estación más lluviosa del año en la zona austral de Suramérica que, según los registros que se tienen en Chile, el año inmediatamente anterior fue el segundo con más precipitaciones de que se tenga estadísticas.

En el presente año, cuando entró abril ya las lluvias habían comenzado en los países bajos del Área Bolivariana, con devastadoras emergencias en Perú y Ecuador y ahora en Colombia con el desastre registrado hace menos de una semana en Mocoa.

Esta tragedia anunciada está lastimosamente por replicarse, y los pronósticos del IDEAM no resultan alentadores. Por ello el Gobierno Nacional ha hecho un llamado para que se activen los Comités de Emergencia ya que gran parte del país está expuesto a nuevos desastres, especialmente en poblaciones ribereñas y zonas de laderas.

Muchos municipios del Caribe colombiano están asentados en las orillas de los ríos y una parte importante de los pueblos prácticamente convive con el río Magdalena que desde la Depresión Momposina se ensancha intimidante con toda la carga hídrica, tóxica y fétida de más de medio país. E irrumpe en una amenaza altamente incontrolable ante la falta de acción preventiva de alcaldías y gobernaciones.

La cloaca cachaca ya viene en un viaje exponencial y seguramente no toda llegará a ser vomitada en Bocas de Ceniza porque el río irá recuperando sus áreas de aliviadero que les han sido usurpadas por pequeños colonos y grandes terratenientes para empeorar la histórica calamidad ambiental y social de esta región.

Este es Abril, el del preludio de la floresta que en mayo se disemina en la diversidad de matices florales y hace del entorno una poesía.

Pero este no es el de la primavera de Neruda, sino el de las profecías de un ciego que desde San Diego vio mejor que los gobernantes y que las autoridades ambientales el riesgo que se cernía sobre los pueblos de la ribera, cuando cantó:

“Todos los pueblos del río Magdalena están deseando

que se repita ese fuerte verano para ver si así no se anegan”.

Leandro, el ciego que supo ver más allá que muchos la belleza natural, también advirtió implícitamente acerca de la necesidad de que se emprendieran las acciones que han debido permitir la convivencia de aquellas comunidades con la época de lluvias, dada su vocación agropecuaria, y por ello complementó su verso:

“Eso no debe suceder así, porque entonces no se puede sembrar;

Si ese verano llega a repetir, quién sabe dónde iremos a parar”.



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